Cuando escuché al sabio astrónomo, cuando las pruebas y los números fueron dispuestos en columnas ante mí, cuando se me mostraron las cartas y los diagramas para sumarlos, dividirlos y medirlos, cuando, sentado ante el astrónomo, oí su conferencia ante el nutrido aplauso, en clase, pronto me sentí indeciblemente cansado y harto hasta que, poniéndome de pie, me deslicé fuera y me puse a vagar, solo, en el aire místico y húmedo de la noche; y de vez en cuando miraba hacia las estrellas rodeado de completo silencio.
Walt Whitman
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